"Comfort food" es según su autor, el polifacético cocinero Jamie Oliver, el "libro definitivo de recetas caseras". Cien platos que recorren el mundo para garantizar "un festín de recuerdos nostálgicos y tradiciones" y que al comensal se le dibuje "una enorme sonrisa" cuando los deguste.
Esa es la intención de Oliver, quien recuerda que hace quince años que escribe libros "con recetas serias, rigurosas" pero en esta ocasión se propuso llevar a sus seguidores "a otras latitudes" en un viaje por sus "emociones".
Editado por Grijalbo, "Comfort food" está "en las antípodas" de libros anteriores -"Las comidas de Jamie en 15 minutos" o "Las comidas en 30 minutos de Jamie"- con los que buscaba facilitar la cocina diaria, ya que estas cien recetas requieren tiempo y son propias de veladas largas, fines de semana, fiestas y celebraciones.
"Estoy seguro de que recurrirán a esta obra cada vez que les apetezca algo especial, pues encontrarán en ella la perfección, el placer, el deleite, aunque al día siguiente tengan que equilibrar su dieta con otro menú más ligero", asevera el autor, que dirige en Londres el restaurante Fifteen.
Es conocida su preocupación por una alimentación sana, que lo llevó a impulsar en 2005 el movimiento Feed Me Better para mejorar la calidad de las comidas escolares en el Reino Unido, por ello en su equipo hay nutricionistas que detallan las calorías y porcentaje de grasas, carbohidratos y azúcar de cada una de las elaboraciones recogidas en este volumen, acompañadas siempre de fotografías.
El propio cocinero recomienda, por ejemplo, que si un domingo de relax se opta por una "megacomida perfecta" como la paleta de cerdo asada durante la noche, se reduzcan las calorías del desayuno y la cena.
Los fans del británico, que publica sus libros en 34 idiomas y en 38 países y se cuela en los hogares con programas televisivos como "Jamie's Kitchen", disfrutarán además de algunas de sus vivencias en los comentarios que acompañan los platos.
Como los profiteroles de chocolate que hacía de niño en el pub de sus padres, el Cricketers, que "tenía uno de los mejores carritos de postres de Essex", el pastel de "toffee pegajoso" con el que se crió y que continúa haciéndole "feliz" o las gachas que le preparaba para desayunar su abuela mientras su abuelo despotricaba de los políticos escuchando las noticias en la radio.
Oliver propone recetas de "nostalgia", con los platos preferidos en la infancia, que remiten a "recuerdos y tradiciones" como pastel de carne, abadejo ahumado de mamá y los inevitables "fish & chips" para un chef que, confiesa, sueña con montar su propio "chiringuito" del plato estrella de la comida callejera británica.
También "comida para estar de buen humor" como el bacalao negro homenaje a Nobu Matsuhisa y para "levantar la moral", como la pasta a la "arrabiata" italiana, que define como "la mejor salsa del mundo y no se hable más".
Para los días en que se disponga de más tiempo -"el verdadero placer está en el hacer", sostiene- propone recetas cuya elaboración es casi un "ritual", como el "cassoulet" de Essex y la lasaña de pato crujiente. Y cuando apetezcan "placeres prohibidos", pollo frito del sur o costillas chinas jugosas.
En un recetario para ser feliz comiendo no podía faltar un capítulo dedicado a la "sabrosa lujuria" de los postres, de la "pavlova" a los buñuelos de lluvia brasileños que alegran las meriendas infantiles en los días grises.
En su opinión, aunque hay "millones de recetas" de cocina tradicional, "la comida de siempre se limita a un centenar de platos", los que pueden encontrarse en este libro y que son los que él mismo prepara cuando quiere "celebrar algo", le embarga "una emoción", necesita "un pequeño estímulo", no se encuentra en su "mejor momento" o, simplemente, le apetece darse "un capricho".
Pilar Salas - EFE.
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