A medida que China puja por fortalecer su clase media, productos como el vino ganan peso en los hábitos de consumo de parte de la población. Antes destinado casi únicamente a agasajar, el país ha pasado de apreciarlo sólo por su valor, a hacerlo también por su calidad. Y a apostar por ella.
Al sudoeste de Pekín, a unos 40 kilómetros del corazón de la capital, está el distrito de Fanghsan. Situado entre las montañas Taihang y varios ríos y lagos, cuenta con tierras fértiles y un clima adecuado para la agricultura, por lo que es un enclave tradicional del cultivo de arroces, trigo y frutas de alta calidad.
Pero desde principios del siglo XXI las autoridades locales decidieron explotar más su potencial y poner en marcha 'chateaus' (castillos) para la producción de vino, con el objetivo de llegar hasta los 100, con actualmente 33 o bien construidos o en proceso de construcción.
Lo que ocurre en Fangshan es sólo el reflejo de la misma tendencia en otros puntos del país, sobre todo en el este (Shandong), noroeste (Xinjiang y Ningxia), y Henan (centro), los lugares con mayor concentración de viñedos.
Así lo retratan las estadísticas, que el pasado abril auparon a China como el segundo país del mundo con la mayor superficie de viñedos, sobrepasando a Francia y sólo por detrás de España, según anunció la Organización Internacional del Vino.
No obstante, la producción sigue siendo muy baja (unos 11 millones de hectolitros anuales), más o menos la cuarta parte que la francesa (46,7 millones de hectolitros en 2014), ya que la mayor parte de lo que se recoge se utiliza como uvas de mesa.
Por lo que el viticultor Fang Weixing, que trabaja en el 'chateau' Bolongbao de Fangshan, reconoce frente a un grupo de periodistas, entre ellos EFE, que "aún hay mucho camino por recorrer", y explica que en el viñedo se cultivan sobre todo uvas Cabernet Sauvignon y Merlot -como en muchos otros en China- y se siguen técnicas aprendidas de la región francesa de Burdeos.
Siguiendo la estela de otros enólogos chinos, Fang se desplazó a Francia hace unos años para formarse y aplicar lo observado a su vuelta, unos intercambios que están siendo fundamentales para mejorar la calidad y poner el vino chino en el mapa mundial.
Algo que conoce de cerca Jim Boyce, consultor estadounidense que escribe un blog sobre vino en China y organiza encuentros entre viticultores de distintos países en Ningxia, cuna de algunos de los vinos chinos de más fama del país.
"China valoró durante mucho tiempo la marca, ya que el vino era sólo un regalo, pero ahora empieza a prevalecer su sabor", dice Boyce a EFE.
Parte del motivo se debe a la campaña anticorrupción del Gobierno de Xi Jinping, volcada en reducir el dispendio y devolver la austeridad al estilo de vida de los altos cargos públicos, cortando los fastuosos banquetes y caros obsequios como el vino.
A la par, la clase más pujante de la población china ha ido aprendiendo más de vino: "Se trata de gente que lo bebe porque le gusta", subraya Boyce.
De hecho, China es actualmente el quinto consumidor mundial de vino, aunque su consumo per cápita es ínfimo en comparación con los cuatro primeros (Estados Unidos, Francia, Italia y Alemania).
"Ha cambiado todo muy rápido. Al principio, China empezó a consumir vino por una cuestión de imagen, pero no distinguía mucho entre calidades. Ahora cada vez hay más gente que entiende de vino, y que exige uno de mejor calidad-precio", dice a EFE Cristina Marí, analista de mercado de la Oficina Comercial de España en Pekín.
"Se necesita tiempo para ser más eficiente", comenta Boyce, en referencia a que la industria del vino en China, pese a que fue popular durante la dinastía Tang (618-907), no se ha impulsado realmente hasta la década de 1980.
El bloguero confía en la implicación de algunos gobiernos locales, como el de Ningxia y ahora el de Pekín, que planea construir una Ciudad Internacional del Vino en Fangshan, para abaratar costes y mejorar la calidad.
Paloma Almoguera - EFE.
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